He leído unos cuantos libros de Fernando Sánchez Dragó. Le reconozco varias cosas: es inteligente, escribe bien, cuenta cosas interesantes (inventadas o no), porque se nota que ha viajado, que ha visto mucho mundo. Y se nota que tiene mucha imaginación. Eso le hace divertido a ratos. A otros es sencillamente pedante en extremo. Y eso dejando de lado su forma de ver el mundo, que a veces (muchas) es de juzgado.
Sin recordar el impresentable episodio de las lolitas que corresponde a otro libro, en "Esos días azules (memorias de un niño raro)" (Ed.Planeta, 2011) se despacha a gusto también. Son unas memorias de su infancia y adolescencia, con lo que cuenta con pelos y señales su despertar sexual, sus amistades, sus días de colegio, sus juegos, todo en el contexto de la España de posguerra, que para él fue un auténtico paraíso.
El dice que es muy positivo, que a todo le ve el lado bueno. La realidad es que por lo que cuenta era un niño pijo del barrio de Salamanca de Madrid, y recuerda con pelos y señales todos los pasteles que se comía mientras España pasaba hambre, así que su realidad no era la realidad de España, sino la de los vencedores. Dice que él es "solitario, no solidario", y se nota. Para él en aquella época había "auténtica libertad". Despotrica contra la democracia, contra el estado del bienestar, y añora los días de la dictadura (contra la que luchó entonces e incluso acabó en la cárcel, vamos, una contradicción con patas). Seguro que para Franco, la dictadura también fue maravillosa, señor Dragó.
También recuerda sus inicios literarios, que son bonitos. Se ve que ama la literatura y los libros. Con eso me quedo, y con las anécdotas sobre un Madrid que ya no existe visto desde la nostalgia, que me recuerda al Woody Allen de "Días de Radio".
Sobre sus escarceos amorosos, demuestra una vez más su machismo, chulería y clasismo. Trata poco menos que de fulanas a las criadas que tenían en su casa y recuerda como su "pérdida de virginidad" la ocasión en que acosó a una de ellas, a la que pusieron de patitas en la calle al poco tiempo. No me extraña que abomine de la corrección política, porque a eso que él llama "mi primera experiencia sexual" hoy se le llamaría "acoso sexual a una empleada del hogar".
El principio de todos los males lo identifica "cuando el populacho tomó la Bastilla". Para Dragó están los patricios ilustrados como él, que son quienes deberían gobernar, escribir, ir de cacería, ir a la opera... Los demás somos la chusma, que tendríamos que callarnos, resignarnos, currar si podemos y ser buenecitos. Sí señor Dragó, aquí estamos para servirle a usted en lo que desee.
Hacía años que no leía un libro suyo, y tardaré años en leer otro si alguna vez lo hago. Afortunadamente, no se me ha ocurrido comprarlo, lo he devuelto a los tres días a la biblioteca pública, así que no van royalties a su cuenta de mi bolsillo.